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Historia del Tambor Chamánico

Actualizado: 8 jun


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El Tambor era el instrumento sagrado más importante para todas las culturas originarias de La Tierra. Ya que para estas etnias El Universo y La Síntesis del Mundo estaban representadas en él.

Toda cultura primitiva de la Tierra revelaba los latidos de su corazón a través del tambor.

El Tambor ceremonial era la primera herramienta con la que se relacionaba al chamán.

Se usaba para lograr un acercamiento a lo divino y sagrado, se cultivaba la espiritualidad por medio de otras prácticas colectivas y rituales (rogativas espirituales, partos, ceremonias de curación, la menarca, ceremonias de introspección, aumentar la visión, celebraciones de diferente índole...).

Junto con sus cantos y danzas se conectaban con otras realidades paralelas y/o estados

alterados de conciencia.

Para éstos, el ritmo y el sonido del tambor representaba el compás con que se regía el

universo. El tambor era el puente espiritual que conectaba "lo visible" con el mundo de lo

"no visible". Era la perfecta conexión entre El cielo y La Tierra.


El ritmo repetitivo de los tambores estaba asociado con el latido de La Tierra. Este sonido les permitía alinear las ondas cerebrales con la frecuencia de la resonancia electromagnética de La Tierra. Para conectar con un estado mental que les ayudase a transitar ·el viaje chamánico·.

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Éste consistía en acceder a otros mundos que coexistían con esta realidad, permitiendo que la consciencia funcionase en niveles de percepción distintos a los que la existencia física estaba habituada. A través del sonido del tambor accedían a un estado profundo y al mismo tiempo expandido de conciencia, en donde podían recuperar todo su Poder para reunirse y reunirnos con toda La Creación como un sólo Ser integrado en "Todos los Mundos de Existencia", es decir, conectaban con un estado donde reencontraban la Unidad de la que fueron separados. Los chamanes describían el sonido del tambor como la voz de los Espíritus.


Como representación del macro y microcosmos se recreaba una imagen que se pintaba en el tambor y que serviría como mapa o guía para transitar en El Mundo de los Espíritus. En dicha imagen se reproducía "un mapa" que permitía unificar ambos Mundos para que pudiera servir como punto de partida y explicar la relación del ser humano con el Universo y la Existencia. El macrocosmos y

el microcosmos se regía por las mismas leyes, leyes que tenían que ser sencillas como la búsqueda del equilibrio. La energía es la magnitud fundamental y todo está en movimiento de rotación, de translación o de vibración. La energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma.


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El sonido les permitía entrar en un estado de trance durante su invocación y de contacto con lo místico. La forma geométrica redonda del tambor representa El Universo. El círculo era el inicio, la estructura más perfecta de La Naturaleza. La podían observar

en los planetas, en las estrellas, en las flores, en las ondas del agua...

Todas las figuras nacían de él o se podían integrar en él. El círculo fue el primer símbolo esbozado por el hombre. Éste representaba La Totalidad, era representación de La Eternidad ya que no tenía ni principio ni fin y siempre retornaba al mismo punto, todo lo contenía y no había nada fuera de él, por ello también era símbolo de La Unidad, especialmente cuando en él se hacía presente el centro (vacío), este punto representaba lo no dual, (desde él todo estaba a la misma distancia) como símbolo virtual del nacimiento de la primera manifestación. También simbolizaba la rueda de la vida que giraba en ciclos que retornaban marcando en la naturaleza la repetición y la renovación de los ciclos de vida.

Su sonido monocorde, regular y fuerte era el pulso del corazón que latía en su centro. Era como la voz de la Existencia, de la Vida. El sonido del tambor les ponía en movimiento y con ello les ayudaba a comprender El Misterio y El Poder de todas las cosas.

El Tambor era como una parte del Árbol Cósmico o Árbol de la Vida, entregado por La Existencia como el símbolo del viaje místico al "Centro del Mundo", de aquí surgía la comunicación entre El Cielo y La Tierra, por medio del Árbol del Mundo. A través de él, el chamán podía ascender a los Cielos o descender al Bajo Mundo.

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El tambor se relacionaba con El Árbol Chamánico de múltiples peldaños, por el cual el chamán ascendía a los Cielos (Rewe o Rehue).

El Rehue era una escalera que representaba los siete poderes que regían la vida en la cultura Mapuche, Re es Pureza, Hue significa Lugar o Nuevo, es decir, lugar donde nacía un Hombre Nuevo, una vez que éste lograba comunicarse con lo Divino. Este altar era un tronco de árbol que tenía la extremidad superior tallada en forma de cabeza humana. El tronco tiene forma de escalera de 4 a 7 peldaños que representaban a los cuadrantes del cosmos.

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El quinto peldaño era la justicia (ñog). El sexto peldaño correspondía a la libertad (neifun).

En la cúspide del rehue estaba lo primordial, el hombre y la mujer (che).

Estaba hecho de canelo o de laurel, árboles sagrados mapuches. Medía de unos 3 a 4 metros, se "siembra" en la tierra en posición semi vertical apuntando al este, donde cada día nacía el sol, símbolo de lo luminoso, el renacer.

También era muy importante la elección de la madera con la que se realizaba el aro o bastidor del tambor. En muchas culturas se elegía un árbol que hubiera sido tocado y herido por un rayo, elegido por las fuerzas de la naturaleza. En otras ocasiones se escogería lo contrario,

la madera de un árbol que nunca pudiera ser dañado por las incidencias de la naturaleza.

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Para los sabios antiguos cada animal contenía una Medicina, un Espíritu y un Poder.

El alma de estos animales servía como auxiliar del chamán cuando éste utilizaba sus pieles, garras, plumas...entraba en contacto directo con su energía y formaba un vínculo con él para ser uno solo en conexión con La Naturaleza y La Existencia. Esto significaba que el chamán adquiriría por medio de su espíritu guardián, el poder de sanación. A través de la piel que elegían y elaboraban sus tambores, invocaban al poder del espíritu del animal guardián, que acudiría al llamado cuando éste fuera tocado, es decir, a través del sonido y uso del tambor con dicha piel. El animal portaba con ello una fuerza, un mensaje, un poder, una guía espiritual, presagios...

Por ello era de suma importancia la elección de la piel. Una vez elegidos los materiales, madera y piel, comenzaba la ceremonia de "animación del tambor", donde se despertaban el árbol y el animal de los cuales se iba a fabricar el tambor, para que las fuerzas y energías de los mismos hicieran una comunión entre ellos, con la persona que los fabricaba y con el propósito y la

energía de la persona que lo iba a custodiar.

El tambor les conectaba con profundos ritmos vitales que proporcionaban una Unidad Cósmica y beneficios en el plano físico, emocional, psíquico y sutil.

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